Images Copyright & Soundtrack

Las imágenes de este blog son tomadas, en su mayoría de Deviantart. Ninguna es de mi autoría a no ser que así se especifique en la entrada.
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Al final del blog hay una lista de reproducción que podría hacerles más amena la lectura de la historia. Espero la disfruten.
viernes, 18 de junio de 2010

Capítulo 4


-Cass... Vámonos de aquí.
La voz de Verónica le llegaba desde muy lejos. En su cabeza se formaban miles de razones por las que la resistencia podría estar armando aquel alboroto, pero ninguna la convencía del todo. Hacer una revuelta frente a un edificio tan importante como el de investigación debía tener una razón muy fuerte, era demasiado arriesgado para hacerla por el simple robo de un equipo médico o alguna sustancia química...
Estaba casi segura de conocer todas las investigaciones que se manejaban ahí dentro pero, ¿y si no? ¿Y si guardaban alguna otra cosa que ella no conocía, si estaban llevando a cabo investigaciones de las que no estaba al corriente?
La alarma que comenzó a sonar por el alto parlante la sacó de su ensimismamiento.
'(...) El personal de seguridad se encargará de conducirlos hasta la salida más cercana'.
Apenas notó que su amiga la jalaba del brazo cuando la voz del alto parlante, femenina, fría y ajena, como si no fuera real, terminó de dar la indicación.
-¡Cass! Por Dios, reacciona, vámonos antes de que crean que queremos estar aquí con todo este alboroto o algo así.
-Vero, eres un genio.
Su amiga había encendido una bombilla en su mente. ¡Por supuesto! Lo que sea que La Resistencia estaba buscando en el edificio debía ser sumamente importante, tal vez podría servirle a ella misma para adelantar sus investigaciones respecto a Violeta.
La cara de Verónica tomó una expresión de terror, una mueca de espanto y culpabilidad se hizo presente cuando comprendió qué había puesto en la mente de Cassandra.
-No, no, no... Cass... No estarás pensando en---
Las luces se apagaron de un momento a otro. Cassie aprovechó el momento de sorpresa para lanzarse sobre Verónica y atraparla contra la pared. Tomó las manos de su amiga, las agarró con una de las suyas y alzó el brazo que le quedaba libre para apoyarlo en la parte de atrás del cuello de Verónica.
Era más bajita que su amiga, pero tenía una habilidad mucho mayor para pelear.
Se puso de puntas para alcanzar con su boca el oído de Verónica.
-Te lo voy a decir con claridad, una sola vez, y vas a entenderlo-. Le susurró con rapidez y fiereza. -Te quiero mucho y no quiero tener que hacer algo que no me gusta... Así que te pido muy amablemente-, hizo una pausa y jaló las manos de Verónica un poco hacia arriba, -que no seas tan imprudente. Recuerda: cámaras, micrófonos. Silencio.
Verónica ahogó un sollozo y Cassie la soltó de inmediato.
Un par de segundos después con los ojos de Verónica llenos de alguna especie de terror puestos sobre ella, Cass soltó un suspiro.
-Lo siento.
Las luces se encendieron justo después.
Ahora, de nuevo, a fingir preocupación, a fingir que debían salir de allí. Las cámaras funcionaban otra vez.
Un oficial entró en la habitación y las obligó a salir con brusquedad. Nada en la actitud de Verónica daba cuenta de lo que había sucedido entre ella y su amiga momentos antes. Cass se alegraba de que Verónica fuera tan buena actriz.
Era eso, o sabía perdonar muy rápido.
La sangre manchaba las paredes, las sábanas, la ropa hecha jirones en el piso, las manos de Violeta y su batita blanca. Aún sostenía el bisturí entre sus pequeños y delicados deditos y me apuntaba con él.
Sonreía con ojitos desquiciados y daba pasos lentos y torpes hacia mí. Tambaleaba, las heridas en sus pies no le permitían caminar correctamente y la sangre que perdía por cortes más grandes en el resto del cuerpo la debilitaba. Pero continuaba dando tumbos, tratando de llegar a mí.
Andrés estaba en el suelo entre ambas, con heridas profundas en el rostro, el cuello casi desollado, la camisa desgarrada y el vientre casi vuelto al revés.
Un llanto llegó desde la puerta que había tras de mí; Violeta y yo vimos a Verónica al mismo tiempo. Estaba deshecha, de pie, en la puerta, observando el grotesco espectáculo que ofrecía su hermano en el suelo.
Corrí hacia la puerta, resbalándome y tropezando con el desastre que había creado mi hermanita. Cerré de un golpe, justo cuando el bisturí volaba sobre mi cabeza y terminaba por estrellarse contra la puerta.
Me giré a tiempo para evitar que Violeta me mordiera el hombro, pero no lo suficiente para evitar que levantara el bisturí del suelo. La niña se escurrió entre mis brazos y me hizo un corte profundo en la parte baja de la espalda.
Lancé un grito y la agarré del cabello. Soltó un alarido que me dolió más que la herida recién abierta. La empujé contra la puerta y la golpeé en el cuello, dejándola inconsciente.
...
Lo único que escuchaba eran los gritos de Verónica, del otro lado de la puerta, y mi corazón golpeándome por dentro, repartiendo dolor y pesar por última vez.

Con rudeza, el oficial les explicó que debían bajar hasta el primer piso, usando las rutas de evacuación. No las siguió cuando comenzaron a caminar en dirección a la primera escalera.
La algarabía ya no se escuchaba desde allí y ambas caminaban con paso rápido, en silencio. No tenían más que decirse, no sabían que rayos podían decirse.
La incomodidad de la situación fue interrumpida por un grupo de empleados, guiados por una oficial, que iban en la misma dirección que ellas.
-Ustedes dos. A la línea.
Sin esperar una respuesta motriz, la oficial les propinó a ambas un empujón, obligándolas a entrar en la fila. Cass reprimió las ansias de darle un golpe sorpresa y optó por morderse los labios. Verónica clavó la mirada en el suelo, como si estuviese avergonzada.
Una mujer de aspecto nervioso y enfermizo comenzó a toser tras ellas. La hilera entera volteó a mirarla, la oficial la mandó a callar, pero la mujer no podía detenerse, las luces comenzaron a fallar a la vez que la mujer comenzaba a hiperventilar. Todos los empleados se habían quedado estáticos, la oficial gritó. Nadie le hizo caso, algunos comenzaron a acercarse a la mujer. La oficial la mandó a callar, la mujer estuvo a punto de desmayarse y los empleados rompieron la línea.
La oficial no pudo soportarlo más. Dejó su puesto y fué hacia la mujer.
-¡Ustedes lárguense, sigan la ruta programada!
Tomó a la mujer del cuello de la camisa y la arrastró fuera de la fila.
-Vamos, ¡lárguense!

Todos comenzaron a caminar, alejándose de la oficial y la señora. Nadie se atrevió a hacer nada... Ni siquiera cuando escucharon un grito ahogado.
Verónica temblaba y Cassie se clavaba las uñas con tanta fuerza en las palmas que seguramente ya se habría sacado algo de sangre.
Una especie de golpe amortiguado y las luces se apagaron nuevamente. Los empleados perdieron el orden por completo y se echaron a correr en todas direcciones.
La multitud atrapó a Verónica, la algarabía hizo que Cass desconectara sus oídos de su cerebro.
Sólo le llegó a los lejos el grito de verónica.
-¡CASS!
Cassie se apretó contra la pared para que la multitud no se la llevara, como hacía con su amiga, que estiraba los brazos, tratando de agarrarla a ella. Cass se quedó allí, mirando como la arrastraban lejos, a fuerza de golpes y empujones, hasta que la perdió de vista.
Así sería más fácil.

Cuando se hubo quedado sola, disfrutó un poco el silencio.
En el pasillo y en la base del generador se encendieron tres sonrisas diferentes, pero todas por la misma razón. El generador de emergencia ya no funcionaba tampoco, estaba dañado.

Comenzó a caminar lentamente, tomándose su tiempo para no romper el silencio, detenerse en cada esquina y comprobar que nadie la seguía o vigilaba.
Tenía a su merced el edificio y pretendía encontrar lo que fuera que estuvieran haciendo en el lugar.
Bajó las escaleras dos pisos más, hasta el sótano, donde almacenaban el instrumental del laboratorio y algunos químicos, era el único lugar que no había recorrido demasiado. Entrar era muy difícil cuando la vigilancia estaba. Pero las cámaras y los micrófonos eran absolutamente inútiles en el momento.
El piso era un pasillo largo, con tres puertas justo después de la entrada, dos a la izquierda, una a la derecha. Y nada más hasta la mitad, que tenía otra a la derecha y una última al fondo.
Caminó hasta la del fondo. Era una puerta común, de madera, sin letreros y sin cerradura aparente. Jamás había entrado allí. Jamás había ido hasta el fondo. Se limitaba siempre a las tres primeras, que eran los almacenes principales.
Puso la mano sobre el picaporte y se quedó estática.
Había voces viniendo tras ella.
-Mierda... te estás portando muy descuidadamente-. Se reprendió a sí misma en un susurro.
No le quedaba de otra sino entrar.
Giró el picaporte y se metió a la habitación, rogando por hallar un mejor lugar donde esconderse allí dentro.

La habitación estaba absolutamente llena de neveritas de almacenamiento como las que tenía en su laboratorio escondido, no había un solo mueble, todo eran neveritas blancas de plástico con tiras azules. Había por lo menos unas 35 ó 40, todas marcadas con números y letras en minúscula. No había ningún lugar donde ocultarse. Se mordió los labios.
-Lo sacamos y nos largamos de aquí por las escaleras de servicio.
Cassie estaba segura de que la voz era la de una mujer, aunque sonaba bastante grave.
Inmediatamente mandó la mano derecha al muslo, bajo la falda. Se presionó la pierna con los dedos, en señal de frustración. Había olvidado que no llevaba una sola arma con ella, se la habrían quitado en la entrada. Había mandado la mano allí sólo por impulso, esperando tener algún arma bajo la falda. Pero nada. Cerró las manos con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. ¿Qué rayos iba a hacer?


La puerta se abrió. Dos siluetas se quedaron muy quietas en el umbral de la puerta.
-Una rata de laboratorio-. La voz de una de las siluetas era masculina, profunda, y hablaba pausadamente, casi con diversión, como si estuviera a punto de reírse.

No logró lanzarse al suelo a tiempo. La otra silueta había movido la mano y algo se había clavado en la pierna izquierda de Cass.
Perdió la fuerza para sostenerse en pie. Las siluetas se desdibujaron, todo era tan tranquilo, tan silencioso, tan hermoso... El mundo giraba en direcciones extrañas mientras caía y tocaba el suelo con su mejilla.

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Ximena Soto Osorio
Medellín, Antioquia, Colombia
Si todos nos empeñáramos en dejar de crecer y seguir viendo todo con los ojos de la niñez la vida se haría más hermosa y más real dentro de nuestra propia irrealidad.
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