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Las imágenes de este blog son tomadas, en su mayoría de Deviantart. Ninguna es de mi autoría a no ser que así se especifique en la entrada.
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Al final del blog hay una lista de reproducción que podría hacerles más amena la lectura de la historia. Espero la disfruten.
jueves, 30 de septiembre de 2010

Capítulo 6: La historia de David


No supo cuanto tiempo pasó allí. Ya no sentía los brazos y su cuello se cansaba de sostener la cabeza, sentía que iba a vomitar, estaba cansada y no lograba conciliar el sueño.
La puerta de metal se abrió emitiendo un chillido que parecía decidido a reventarle los tímpanos.
-Te ves cansada.
Cass ni siquiera respondió cuando David le habló.
-No vine a soltarte.
Con un esfuerzo mayor al que recordaba haber hecho jamás, levantó la cabeza y entornó los ojos para verlo bien, la luz la lastimaba.
-¿No? Juré que venías a decirme que podía volver a casa -. Dejó caer de nuevo la cabeza, con demasiada brusquedad, su cuello se resintió y ella soltó un quejido.
-Siempre tan impaciente... ¿No podrías dejarme terminar la frase?
Cass no respondió.
-Dije que no vine a soltarte si no me dices algo a cambio.
De nuevo, ella alzó la cabeza, pero esta vez no dijo nada, así que David continuó hablando.
-Quiero que me digas qué estás haciendo con Violeta y que destruyas todos los resultados.
Incluso el dolor pareció remitir por un momento, sólo para dar espacio al temor que comenzaba a invadirla lentamente pero con fuerza.
Cerró los ojos y sintió que el cansancio era peor de lo que había sentido hasta entonces.
Un calor extraño le recorría el cuerpo y la hacía temblar. Lo que David le había pedido era un imposible. Por un lado, jamás destruiría todos los avances que había logrado con su investigación y por el otro, de nada le servirían si se quedaba allí encerrada toda la vida, además, si no llegaba a casa a tiempo para revisar la máscara anestésica... Ni siquiera podía pensar en que sucedería.
-¿Qué hora es?
Su voz salió como un ronquido, se había quedado sin saliva. Dave la miró con sorpresa y observó su reloj de muñeca, lo recordaba.
-Son las cinco de la tarde.
Llevaba horas encerrada. Debía volver a casa. La máscara tenía anestesia para un día, tal vez un poco más... Pero no podía arriesgarse.
-¿Y bien...?
Cass no dijo nada.
-Bueno, supongo que tienes que pensarlo.
Caminó hacia ella y sacó una navaja de su bolsillo. Cass seguía sin reaccionar. David se detuvo tras ella y cortó las ataduras de las muñecas. Los hombros crujieron antes de regresar a su posición natural, por un momento el dolor se intensificó para luego calmarse lentamente. Cassie se frotó las muñecas con suavidad, la cuerdas habían dejado surcos rojos que ardían un poco.

-Estás en una posición en la que no tienes opción, Cass.
Cassie lo miró con expresión ausente por un segundo.
-¿Por qué no le dijiste mi nombre a Rebecca?
David bajó la cabeza lentamente y dejó escapar una sonrisa ladeada.
-Sentimentalismos, amiga. Sentimentalismos.
Ella no dijo nada, así que Dave continuó hablando.
-Verás, disponemos de cierta cantidad de archivos con los expedientes de los empleados. Dado que yo me encargo de conseguirlos, Becca se entera de ellos a través de mí...
-Así que no tiene mi expediente, ni...
Dejó la frase colgada, David sabría terminarla.
-Ni el de Verónica.
El silencio se extendió como una nube espesa entre ambos. No se escuchaba tampoco nada en el exterior.
Cass no sabía como salirse de la situación... De nada serviría no decirle y de menos serviría hacerlo. Tener que terminar con sus experimentos representaba años de pérdida y la enfermedad podía terminar venciendo a Violeta. No decirle, implicaba no salir de allí y, si la máscara anestésica dejaba de funcionar, Cassie no podía imaginarse un final peor.
-Cass -, la voz de David rasgó el silencio como un gruñido,- no me hagas terminar mal todo esto. El tiempo corre, tienes que apresurar tu decisión.
Jamás, desde que Violeta se había enfermado, se había sentido tan impotente e indefensa. Su cinismo se estaba yendo al piso y estaba siendo reemplazado por un sentimiento de inutilidad y frustración terrible.
-¿Qué sabes?
David se frotó los ojos con una mezcla expresiva entre frustración y resignación, luego miró directamente a Cassie a los ojos, algo parecía temblarle dentro.


El viento soplaba con fuerza mientras él corría bajo la lluvia y escapaba de casa. Corría sin rumbo, ya no tenía donde ir, a fin de cuentas, todos estaban muertos.
Sus sueños se deshacían como las gotas de lluvia al llegar al suelo, se partían violentamente y cada parte saltaba hacia un lugar distinto, pero de forma coordinada. Apreciaba la belleza entre todo ese dolor.
Algo así iba a pasar, eso siempre lo supo. La humanidad había seguido un camino que le había costado su propia existencia y así como uno a uno todos morían a su alrededor, una a una, las gotas de su sangre, se resistían a terminar acompañando a la lluvia al desagüe más cercano.
Cerró los ojos al pasar junto a un árbol lleno de cadáveres, que colgaban y se balanceaban con el inclemente vendaval. Las lágrimas escapaban de sus ojos por entre los párpados cerrados con fuerza.
Todos estaban muertos.
Algo le golpeó la pierna, abrió los ojos con el corazón en la boca, esperando ver al asesino de la masacre de Westroads Mall. Pero sólo era un paraguas rojo, que comenzaba a romperse.
Lo reconoció... Claro que lo reconoció. Era de Verónica.
Alzó la cabeza del suelo sin saber qué esperar, si verla a ella muerta o si encontrarla corriendo hacia él. Pero no vió nada, no había nadie. Sólo cadáveres colgando de los árboles.
Y un buzón. Un buzón con un apellido elegante.
Trepó la reja que separaba la casa de la calle. Había llegado hasta la casa de Verónica sin darse cuenta. Tuvo el impulso de santiguarse cuando vio que a unos centímetros de él había una mujer muerta, atravesada por las puntas de acero de la reja, pero no lo hizo. Si Dios existía, los había abandonado hacía cuatro días.


La puerta estaba abierta y había algunos rastros de sangre en el suelo. Tragó saliva y agarró un palo del piso, alguna rama no había soportado el vendaval y había ido a parar ahí.
Entró con cuidado, la casa estaba en silencio y el golpeteo de la lluvia contra el techo no dejaba escuchar nada fuera.
Subió las escaleras lentamente, el corazón le palpitaba con más fuerza a cada paso que daba.
Reconoció la habitación de Verónica justo donde terminaban las escaleras, estaba abierta y la luz estaba apagada. Eran las cinco de la tarde, pero parecían las siete. Las nubes habían oscurecido todo.
Había una luz encendida al final del pasillo. La habitación de Andrés.
Las manchas de sangre en el suelo hicieron que David se tambaleara. Tenía más miedo que el que jamás había tenido en su vida.
Continuó avanzando. Lo que vio le cortó la respiración. El hermano de Verónica estaba tirado en el suelo, Dave lo veía sólo como un amasijo de carne y sangre porque no se atrevía a detallarlo más. Sintió el sabor del vómito en su boca y se giró para contenerse.
Escuchó un grito fuera de la casa y se aferró al palo que tenía entre sus manos temblorosas. La lluvia había amainado y David pudo escuchar un motor poniéndose en marcha. El sonido venía de la parte trasera de la casa. Haciendo uso de toda la fuerza que le quedaba, pasó corriendo sobre el cuerpo de Andrés y se asomó a la ventana.
Cassie y Verónica estaban abajo, Cass trataba de encender el carro de Vero mientras esta lloraba y soltaba esporádicos gritos de pesar. Dave trató de abrir la ventana, pero estaba atrancada. Cass se bajó del auto y sacudió a Verónica, que pareció entrar en trance, luego agarró algo del suelo, un bulto que David no había detallado antes. Era Violeta. Estaba atada y llena de sangre.
El alma se le fue a los pies cuando se giró lentamente y su cerebro ató cabos. Andrés, Violeta. Tragó saliva y giró una vez más hacia la ventana. El carro ya había encendido. Trató de abrir una vez más la ventana. Nada. La golpeó con fuerza mientras gritaba el nombre de sus amigas, pero no lo oían.
Todos estaban muertos. Pero ellas no.
Bajó corriendo lo más rápido que pudo, pero cuando llegó allá, el carro y ellas ya no estaban.
Pateó el suelo donde el carro había dejado marcas de neumáticos.

-Te vi marcharte con Violeta y Verónica.
Cass alzó la vista, sorprendida.
-Traté de llamarlas, pero no me escuchaban
-¿Dónde...?
-Estaba dentro de la casa de Verónica, en la habitación de Andrés.
Cassie se mordió el labio inferior, pero continuó en silencio.
-Las vi. A las tres.
-¿Cómo fué que llegaste aquí?
-No lo recuerdo muy bien. Sólo sé que cuando ustedes se marcharon, yo dejé de correr, pero seguí caminando, sin rumbo ni dirección. Mi siguiente recuerdo es haber llegado en un camión con otras diez personas al Refugio 4, que fuimos acogidos primero con amabilidad y dedicación y que llegado un punto, todo se volvió una mierda. Y ahí conocí a Rebecca, la chica tendría unos quince años, pero era un demonio. Terminamos por decidir que esta no era la vida que nos habían prometido y formamos La Resistencia.


El silencio se extendió por un rato. Él no iba a decir nada más y ella no iba a hacerle ningún comentario. Finalmente, fue Cass quien comenzó a hablar.
-David... Violeta está enferma. Tiene el virus -. La expresión de Dave no cambió, así que Cassie continuó hablando.- Las cosas no son tan sencillas como decirte y largarme. No quiero contarle a nadie. Me importa una miseria que alguna vez hayamos sido amigos. Las cosas han cambiado ahora y yo no puedo andar contándole de mis experimentos a todo el mundo.
-¿Entonces vas a dejar que el Estado use eso para que suceda algo aún peor que antes, para que nos mantenga controlados con el miedo?
Cass dejó escapar una risa de burla.
-Si serás idiota... Yo no trabajo con ellos. Trabajo por mi cuenta.
-Eso es lo que tú crees -, David la miraba con una expresión fría,- cuando Violeta entró al Refugio tuvieron que haberle hecho exámenes de sangre y tuvo que haber quedado registrado que ella era portadora-. Hizo una pausa y miró a Cass con duda.- Es más, no entiendo como es que lograste que la dejaran pasar.
Cassandra sonrió de medio lado.
-Ellos me necesitaban. ¿Cuántas personas crees que alcanzaron a estudiar algo relacionado con la salud y quedaron vivos? Somos muy pocos, David. Yo era una de las que realizó los exámenes. Les dije que mi hermana tenía un retraso mental severo y que necesitaba tratamiento. Ellos no sabían nada. Todos los meses me mandan anestésicos para aliviar el dolor que sufre la pobre Violeta. Un dolor que ambos sabemos inexistente, pero que me sirve de excusa para mantenerla sedada y que no ataque a nadie.
-¿Cómo se enteraron de que podías servirles?
-¿No recuerdas que fué lo primero que hicieron cuando llegaron los camiones? Preguntar quien tenía conocimientos médicos. Y muy bien... Yo llevaba sólo media carrera estudiada, pero no tenían nada mejor. Verónica estaba sólo un año atrás y la aceptaron también. Eso de haber salido antes del colegio resultó útil.
-Aún así... Media carrera estudiada no iba a servirles mucho.
-Dave... No tienes idea de la cantidad de cosas que pueden aprenderse cuando no tienes más que hacer que vigilar a tu hermana durmiendo... Y dispones de todos los libros del área médica de la biblioteca del mismo Gobernante.
La furia de Dave crecía lentamente.
-No seas tan cerrado. Lo hago por conveniencia. He sido una empleada ejemplar, tengo a cargo investigaciones que tú ni te imaginas y les enseño a los nuevos lo que tienen que saber, pero sólo lo justo.
David la miraba, estaba a punto de gritarle.
-Pero aún así me vigilan-. El tono de voz de Cassie se había vuelto amargo.- Llevo años sirviendo a su asqueroso régimen. Y llevo años actuando a sus espaldas, sacando medicinas de sus laboratorios sin que lo sepan, comprando cosas alteradas en los barrios bajos, aprendiéndolas a alterar yo misma... Y no se han dado cuenta. Pero si hoy no regreso a casa antes de las once... Todo habrá sido para nada.


Parecía que la ira de David se había esfumado en un instante, pero aún no le decía nada.
Cass tomó aire y lo miró fijamente. Estaba decidida a hacerlo.
-Te propongo un trato.
Las comisuras de los labios de Dave se curvaron en una sonrisa. Cass sonrió también, con cierta complicidad. Eso la llevó muy atrás en el tiempo. Sacudió la cabeza para alejar sentimentalismos inútiles y continuó hablando.
-Puedo darte información sobre esas investigaciones si me dejas ir y no interfieres en lo que haga o deje de hacer con mi hermana... El Gobernante y su gobierno me importan un carajo... Sólo déjame salir para estar con mi hermana y sé prudente.
David la miró con seriedad y terminó por asentir. Caminó hasta ubicarse tras ella y le acarició el cuello. Se agachó hasta que sus labios rozaron la oreja de su amiga.
-Vamos a hacerlo así, pero quiero informes constantes, sobre lo que hay ahora y sobre los avances... Si en algún momento me entero que me mientes o dejas de darme información, todos van a enterarse de que Violeta es un peligro si continúa con vida.
Cassie se mordió los labios una vez más y asintió lentamente.
-Muy bien Cass... Te haré llegar un mensaje.
-¿De qué ha....?
Cassandra sintió un pinchazo en el cuello y perdió el sentido de la orientación.
"No otra vez..." El mundo comenzaba a hacerse borroso mientras sus párpados se cerraban y la habitación se desdibujaba lentamente.

...

Se despertó en su cama con un dolor de cabeza que casi no podía soportar. Afuera estaba oscuro y silencioso, como todas las noches.
Se levantó lentamente, tenía las muñecas vendadas y le escocían un poco. Dio pasos torpes hacia el interruptor y lo encendió. Todo estaba en perfecto orden, tal como lo había dejado.
Fue hacia la habitación de Violeta y se detuvo en la puerta, no quiso encender la luz. La máscara anestésica seguía funcionando, pero una pequeña lucecita roja indicaba que debía renovar la anestesia en seis horas como máximo. Lo haría cuando amaneciera.
Antes de darse la vuelta para ir de nuevo a su habitación notó que algo sobraba. Sobre la mesita de noche había un florero con una nota al lado, que tenía escrito el nombre de David con la misma caligrafía que Cassie recordaba de toda la vida. Y dentro del florero, violetas.

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Ximena Soto Osorio
Medellín, Antioquia, Colombia
Si todos nos empeñáramos en dejar de crecer y seguir viendo todo con los ojos de la niñez la vida se haría más hermosa y más real dentro de nuestra propia irrealidad.
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