Images Copyright & Soundtrack

Las imágenes de este blog son tomadas, en su mayoría de Deviantart. Ninguna es de mi autoría a no ser que así se especifique en la entrada.
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Al final del blog hay una lista de reproducción que podría hacerles más amena la lectura de la historia. Espero la disfruten.
lunes, 30 de agosto de 2010

Capítulo 5



-Debiste haberla matado.
-No. Sabes que no.
-Entonces debiste haberla dejado allí.
Las voces le llegaban desde muy lejos, como si tuviese puestas unas orejeras.
-Eso si que no.
-Pero entonces...
Él la interrumpió con brusquedad.
-Cállate. Tenemos lo que fuimos a buscar y estamos de regreso, deja de quejarte.


La habitación olía a humedad y a sábanas guardadas, la luz era amarilla pero lograba lastimarle los ojos cuando trataba de abrirlos para ver que sucedía.
La tomaron con rudeza del mentón y le giraron la cabeza.
Trató de llevar las manos para zafarse del apretón. No podía moverlas. Estaba atada.
-¿Cómo te llamas?
Preguntó una voz áspera pero femenina, como si estuviese afectada por una enfermedad respiratoria. Era quien la tenía agarrada el mentón.
Cassie no hizo ningún esfuerzo por alzar el rostro y observarla.
-Que te importa -. La voz le salió en un susurro apenas audible, lo que contrastaba con el desafía de lo que trataba de decir.
La mujer le calvó las uñas en el rostro, pero alguien la detuvo.
-"Que te importa" es un nombre interesante -, se burló una voz masculina. Cass supuso que era quien había detenido a la mujer, pero estaba decidida a no alzar el rostro para observarlos. -Sin embargo, considero que no estás en situación de negarte a algo.
La voz tenía algo familiar, lo que venció su voluntad e hizo que alzara la cabeza con lentitud para observarlos. Su mirada llevaba impregnada un rencor mal disimulado.


De pie frente a ella estaba una mujer con los brazos cruzados y expresión de asco. Llevaba una camiseta una o dos tallas más grande de la que debería usar y la tenía mal puesta, le caía por uno de los hombros, dejando al descubiertos los tirantes de un top negro y un sostén del mismo color.
Era más alta que el promedio y tenía el cabello negro bastante mal cortado por lo que algunos mechones le caían desordenados sobre el rostro. Tenía una argolla en la nariz, otra en el labio inferior y tres en la oreja izquierda. Los brazos estaban cubiertos de manillas deshilachadas y un tatuaje se le asomaba desde la parte de atrás del cuello hacia el pecho.
Sus jeans tenían una cantidad de rotos sorprendente y los llevaba dentro de unas botas militares raspadas. Generaba la impresión de "adolescente rebelde", era delgada y más alta que el promedio, pero su rostro revelaba que no tendría más de unos 19 años.
Cassie soltó un bufido.
-¿Qué?
Preguntó la mujer con fiereza.
Cass curvó ligeramente los labios hacia el lado derecho, como con una sonrisa burlona.
La mujer alzó la mano como para golpearla y el hombre la detuvo con un firme "no".
Él tendría tal vez 25, era tan alto como la mujer pero de complexión menos escuálida.
Estaba sentado en diagonal a la silla a la que Cassie estaba atada. Tenía una posición relajada, recostado en el espaldar con la pierna derecha apoyada sobre la rodilla izquierda y agitaba lentamente una botella de cerveza en su mano derecha.
Llevaba una camisa negra con las mangas recogidas hasta los codos y a medio abotonar, dejando ver una simple camiseta blanca debajo. Sus jeans eran clásicos y no estaban rotos pero sus botas estaban también algo ajadas.
El cabello castaño no era ni corto ni largo, por lo menos no lo suficiente para recogerlo en una coleta. Tenía una barba incipiente y descuidada, lo que le daba un aspecto algo desaliñado que no se veía del todo mal.

La mujer se recostó contra la pared y observó a Cassie por un rato. La miraba con un profundo desprecio. Cass le sostenía la mirada, sin dejar que sus ojos revelaran lo que estaba pensando.
-¿Crees que tienes algo de dignidad, de orgullo? -. La voz parecía rebotar en las paredes del cuarto, -¡Rata! No eres más que eso, una basura basura en manos de un gobierno injusto.
Se acercó con los pasos lentos y pesados. Cass la miraba con fijeza.
-Sólo eres una marioneta -, los labios estaban tan apretados cuando pronunció las palabras que éstas salían con dificultad. El desprecio flotaba en el aire.
Le calvé las uñas en los ojos y la vi retorcerse como a un insecto al que le han rociado veneno. Sí... La rata era ella, no yo. La marioneta era ella. Idiota. Tal llena su cabeza de ideas tontas sobre cambio y revolución que no podía ver más allá... Rata de la revolución, lo mismo que una rata del gobierno.
La sangre bajaba por mis manos, la calidez era placentera, verla retorcerse, aún más.


La mujer se alejó nuevamente, pero esta vez tan rápido como la rabia la impulsaba. Salió de la habitación dando un portazo al cerrar.
Cassie se quedó mirando la puerta, ensimismada aún en su fantasía. Había olvidado la presencia del hombre.
-Cass... Ten cuidado con ella.
Se sobresaltó al escuchar de nuevo la voz que le resultaba tan familiar. Giró la cabeza lentamente y en silencio para observarlo. ¿Cómo sabía su nombre? Y lo más importante: ¿por qué no se lo había dicho a la mujer?
El hombre se puso de pie y arrastró la silla hasta ponerla frente a Cassie. Se sentó con paciencia, con los brazos cruzados y apoyados sobre el espaldar y las piernas rodeándolo. Miró fijamente a Cass y le sonrió.


-Te acompaño a casa.
-Está bien, puedo ir sola.
-No es buena idea... Cassie...
Me limpié las lágrimas y lo miré.
-¿Ves? Estoy bien -. Mi voz sonaba entrecortada y para nada convincente. Sabía que una sonrisa cínica se había dibujado en mi rostro.
-No me gusta que hagas eso.
Me eché a llorar otra vez sobre sus hombros.
-No te desmorones... No eres de ese tipo -. Me abrazó con fuerza y besó mi cabeza.
-Vamos, te acompaño hasta la puerta.
Dejé que me ayudara a levantar, me condujo en silencio y con paso constante hasta la puerta de mi casa y me limpió las lágrimas.
-Fuerza, Cass.
-Sí, Dave, sí -. Me dio un beso en la mejilla y esperó a que yo entrara.
Cerré la puerta y apoyé mi cabeza contra ella. Solté un suspiro y lo observé por la mirilla mientras se alejaba.
Ahí escuché el llanto, los gritos y percibí el olor a sangre. "No... No... Mamá... Papá... No... Violeta".

-¡David!
-Pensé que no ibas a reconocerme.
-Bueno, has cambiado un tanto...
Él soltó una risa fuerte que Cassie recordaba a a perfección.
Por un momento había olvidado que estaba atada y retenida. Sacudió la cabeza y apartó la vista del rostro de David. No podía confiar ya ni en viejos amigos. Hizo un gran esfuerzo por volver a su expresión estoica.
-Tú también has cambiado. Te ves -, la pausa era en cierto modo significativa,- diferente.
Un rubor inevitable subió por sus mejillas. Se mordió el labio y se obligó a bajar la cabeza.
-Mira, Cass -, continuó él,- no es nada personal, pero no puedo dejarte ir. ¿Entiendes?
Cassie continuó en silencio y no alzó la mirada.
-Es cuestión de lados -. Soltó un suspiro.- Tú estás de ese lado, yo estoy de este otro. Desearía que no fuera así, pero no puedo cambiar las cosas. Como sea, tampoco voy a hacerte daño ni permitir que te lo hagan.
Por fin, Cassie alzó la mirada. Tenía una sonrisa incrédula en el rostro y lo miraba con ojos irónicos.
-Dave... No puedo creer que cayeras realmente en el jueguito de los lados. Sabes bien que las cosas no son blanco y negro. Hay múltiples tonos de gris.
El rostro de David dejó atrás su expresión de aparente serenidad.
-No, Cass. El asunto es serio: "quien no castiga el mal, ordena que se haga". ¿No era así?
-Sí. Leonardo DaVinci. Pero ya no estamos en el siglo quince.
Él se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación, ella lo seguía con mirada perezosa.
-Como sea, Cass, no deberías hablar así aquí. Becca no es muy comprensiva.
Cassie dejó caer la cabeza hacia adelante y soltó un bufido, David se quedó de pie frente a ella, que alzó el rostro con una sonrisa desafiante.
-No les tengo miedo, ni a ti, ni a tu noviecita, ni al Gobernante, ni a su gobierno absurdo.
-¿Sabes? -. La miró de reojo.- Creo que sí deberías tener miedo.
Se movió rápidamente y la tomó del cuello. Cass soltó una tos y comenzó a forcejear, pero las cuerdas la lastimaban.


-Por lo menos a mi -. Su voz había bajado el volumen y sonaba amenazante, realmente peligrosa.- Ten en cuenta, linda, que ya no soy tu amiguito... Puedo hacer que tu tiempo aquí sea menos pesado -, aflojó el agarre,- o puedo hacer que tengas una existencia miserable-. Apretó con canta fuerza que la cabeza comenzó a darle vueltas, sentía que iba a perder el conocimiento. La soltó justo cuando pensaba que no soportaría más. El cambio de presión en su cabeza fué tan brusco que las imágenes se hicieron borrosas y se mareó.
Lo miró con odio, sí, ya no era lo mismo.

Él se sentó frente a ella y le acarició la mejilla. Cass detuvo de alguna manera el impulso de morderle la mano.
-Ya se te aclarará la vista con el tiempo -. Se puso de pie y le besó la frente.
...y lo observé por la mirilla mientras se alejaba...
-Por cierto -, la voz de David la sacó de su ensimismamiento,- te ves bien-.
Notó como el rubor cubría sus mejillas, sonrió inevitablemente.
-Cállate -. Le espetó de la forma más agresiva que pudo. No logró mucho.
Dave le acarició el cuello y se acercó a su oído. Rozándolo con los labios al decirle:
-No quieres morir, lo sé -. Se detuvo un momento, Cassie pudo percibir como sus labios se curvaban en una sonrisa. -Dile a Violeta que le envío un abrazo.


Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Cass y una gota de sudor frío se deslizó por su rostro.
No pudo verle la cara a su viejo amigo cuando abandonó la habitación y la dejó allí, encerrada y atada.

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Ximena Soto Osorio
Medellín, Antioquia, Colombia
Si todos nos empeñáramos en dejar de crecer y seguir viendo todo con los ojos de la niñez la vida se haría más hermosa y más real dentro de nuestra propia irrealidad.
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