Images Copyright & Soundtrack

Las imágenes de este blog son tomadas, en su mayoría de Deviantart. Ninguna es de mi autoría a no ser que así se especifique en la entrada.
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Al final del blog hay una lista de reproducción que podría hacerles más amena la lectura de la historia. Espero la disfruten.
martes, 28 de diciembre de 2010

Capítulo 7: El niño


David no le había hecho llegar ningún mensaje y ella no pensaba en ningún momento comenzar a buscarlo por su cuenta. Era mejor para ella mantenerse alejada de La Resistencia y de todo lo que pudiera causarle problemas con el Gobierno.
Para fortuna suya, muchos empleados habían huido despavoridos del edificio con la diversión de David y Rebecca, por lo que ella bien podía anotarse en esa lista y salvarse de un tedioso interrogatorio por no haber llegado al punto de encuentro.

Revisó la máscara anestésica una vez más antes de salir, hacerlo era una especie de tic, siempre tuvo miedo de que fallara. Nunca comprendió muy bien por que razón no se había contagiado cuando ató a Violeta en el cuarto de Andrés, pero jamás quiso arriesgarse demasiado a averiguarlo.
Entró al baño un momento para lavarse las manos. Se acomodó bien la peluca de un rojo brillante y los lentes de contacto verdes. Se puso unas gafas de sol y una chaqueta corta de cuero, negra.
Ya había pasado suficiente tiempo desde el incidente en el lugar de trabajo, debía comenzar de nuevo con sus actividades y buscar proveedores, lo que no era sencillo. Se reprochaba por como había terminado el último. Pero suponía que se lo merecía. Ella no iba a dejar que nadie la engañara.
Salió de la casa poco antes del anochecer y para cuando llegó a los barrios bajos había oscurecido casi por completo. No planeaba regresar a casa a pasar la noche, así que no iba a tener problemas buscando un sitio antes del toque de queda.
Los bares de esos barrios estaban abiertos casi todo el tiempo y a la mayoría del Gobierno le importaban una miseria. Odiaba esos lugares, pero eran un buen lugar para buscar intercambios y estaría a salvo.

El bar era detestable, pero era un buen lugar para buscar ventas ilegales.
Casi todo estaba oculto en una oscuridad que parecía no verse interrumpida por la luz azul que pretendía dar algo de visibilidad pero que sólo lograba marearla. Los rostros de la gente no podían ser identificados con facilidad, las facciones quedaban ocultas y distorsionadas por las sombras que se creaban en el cruce y la intermitencia de las luces rojas y azules.


Se sentó en la barra y pidió un licor suave, no le convenía perder absolutamente nada de sus sentidos en ese lugar. Se cruzó de piernas y comenzó a observar a todo lugar.
Sabía reconocer a quienes tenían algo que necesitara. Casi siempre en las esquinas, con un trago en la mano, como ella, pero sin beber nada, observando potenciales compradores.
Algunos vendían drogas, otros medicinas, que eran bastante caras y restringidas. Algunos vendían pases falsos para el toque de queda y otros más vendían los químicos necesarios para fabricar las medicinas, esos eran los que necesitaba.
Tomó un poco de su vaso y recogió los labios. El sabor era espantoso. Definitivamente detestaba esos lugares.
-¿Buscas compañía, cariño?
Cassie volteó la cabeza con desdén y dejó escapar una sonrisa al ver quien estaba a su lado.
-No, cariño, pero tú si podrías servirme de algo.
David hizo una mueca inexacta al reconocer la voz de su interlocutora y Cassandra rió.
-Oh, así que eres tú. No deberías estar aquí.
-Estoy donde me plazca, cariño.
-Por favor deja de molestar.
Gruñó él en voz baja. Ella rió de nuevo.
-Si Becca te ve aquí, nos va a ir mal a ambos.
-Oh, ¿qué le dijiste a tu novia? ¿Qué te golpeé y salí corriendo?
-No seas idiota. Le dije que te amenacé y que ahora sirves como informante. No se la tragó entera, pero contigo ya lejos, no podía hacer nada. Ahora, si nos ve aquí, nos va a hacer un interrogatorio insufrible.
Cass lo meditó por un momento.
-No deberías preocuparte, si tú no me reconociste, está bien, ella tampoco va a hacerlo.
David se quedó en silencio por un momento y asintió.
-Está bien, supongo-, hizo una pausa y la miró ahora con seriedad, -de cualquier forma ya era hora de hablar contigo sobre nuestro acuerdo.
Cassie sacudió la cabeza y lo miró con fijeza. Torció la boca hacia un lado y gruñó.
-No seas idiota, este no es el lugar ni el momento.


David alzó una ceja.
-Discúlpame pequeña pero, dado lo que sucedió, el que manda aquí soy yo.
Cassie apretó los puños y pudo ver como una pequeña sonrisa curvaba las comisuras de los labios de su viejo amigo. Apretó las uñas con fuerza contra sus palmas. No importaba lo que dijera, David era dueño de las condiciones, y aunque ella podía delatarlo iba a verse envuelta en un problema explicando como había descubierto todo y como la habían dejado libre.
-Aún así, lo que dices tiene sentido...- La voz de Dave interrumpió el hilo de sus pensamientos y Cass se hizo consciente de haber aplicado demasiada fuerza al cerrar los puños, relajó sus manos y dejó escapar el aire contenido en sus pulmones.- Por ahora voy a irme, te dejo esta dirección.
Él buscó algo en uno de los numerosos bolsillos de su pantalón y le entregó un papel arrugado. Ella lo recibió de mala gana y lo guardó sin leerlo.
-Mañana, en la dirección que está ahí anotada, a esta hora más o menos.
Cass asintió sin mirarlo, aún estaba perdida en su sensación de impotencia, no le gustaba no tener el control de la situación.
Dave la miró de soslayo antes de ponerse en pie para irse. El ruido de la silla al moverse contra el rugoso suelo hizo que Cassie recordara lo que había ido a hacer allí en un primer lugar.
-David, espera.
Él, que ya le había dado la espalda, volteó una vez más y la miró. Su expresión era una mezcla bastante extraña de pensamientos y ella se sintió incómoda. Sin embargo lo miró también, vaciando su expresión de cualquier tipo de pensamiento.
-Necesitaba pedirte algo.
-Dime.
Él se sentó de nuevo y apoyó el codo en la barra y la cabeza sobre la mano, como si no quisiera escucharla realmente.
El orgullo estuvo a punto de hacer que Cass lo mandara al carajo y buscara proveedores por sí misma, pero el orgullo no podía hacerse presente en ese momento, era una oportunidad perfecta, si él le ayudaba a conseguir químicos no tendría que vérselas con nuevas personas, no tendría que arriesgarse. Así que se tragó el orgullo y le sostuvo la mirada, aunque esta vez dejó que algo de su enojo se le escapara en la forma de observarlo.
-Necesito químicos para seguir con lo que hago.
Las palabras salieron atropelladas, como si las hubiera escupido.
Él se quedó en silencio y se enderezó en la silla.
-Muy bien... Yo puedo ayudarte con eso... Pero no voy a dártelos hasta que me cuentes que haces.
Cassie apretó los labios y entrecerró los ojos.
-Los necesito rápido.
-Entonces te recomiendo que no se te ocurra no ir mañana. Allá hablaremos de eso.
-Bien.
Él se puso de pie, pero antes de que pudiera decir algo más, ella ya se había levantado y llevaba recorrido medio camino hacia la salida del bar.
Él se la quedó mirando y pateó la silla con suavidad, haciéndola tambalear. Luego se dio la vuelta y comenzó a buscar una chica con la que pasar la noche.

Las calles aún no estaban vacías por completo, faltaba para que sonara el toque de queda y los oficiales no rondaban el lugar.
Se apoyó contra una pared y dejó escapar un suspiro. El aire estaba frío y el vaho se arremolinó en la noche.


Las cosas jamás tendrían que haber llegado al punto en el que se encontraban. Ella dependía de alguien en el momento y eso era lo que la tenía furiosa.
Una pareja pasó cerca a ella, la muchacha tenía un aspecto casi tan descuidado como el que Cass había visto en Rebecca, sólo que el color del cabello de la chica era de un púrpura oscuro. El chico, por su parte, llevaba unos pantalones raídos y un montón de cadenas colgándole de los bolsillos, lo que hacía que tintineara al caminar. Ambos andaban como en un sueño y sonreían tontamente; Cassie supuso que se habían drogado.
Reanudó la caminata buscando un lugar en el que pasar la noche, estaba segura que cerca habría un edificio que prestaba habitaciones a modo de hotel. Sólo eran para pasar una noche y no tenían servicio de absolutamente nada. Por supuesto aquello de "viajar" ya no era posible, y tener un hotel era completamente inútil.
Se cruzó con la pareja y el muchacho se tambaleó peligrosamente a su lado. La chica lo tomó del brazo justo antes de que éste chocara con Cassie, ambos rieron. Cass ni siquiera se dignó a mirarlos, sólo pensó en ellos con repugnancia.
Faltaba poco para llegar al edificio y caminaba con lentitud, sus pasos eran pesados y sonoros.
Volteó una esquina hacia un callejón para cortar camino, un grito sofocado hizo que alzara la cabeza del piso. Había sido descuidada al andar sin prestar atención por esas calles.

En medio del callejón, no muy lejos de ella habían dos figuras de pie.
-Entrégame el dinero que lleves encima.
Cass no se movió ni un centímetro al escuchar la voz del hombre, sólo se le quedó mirando. Era más bien bajito y tenía la chaqueta sucia y desgarrada, los zapatos parecían a punto de caerse a pedazos y el pelo era como un nido.
-Te he dicho que me entregues el dinero.
De nuevo, Cass no respondió. El hombre se acercó un poco a ella y obligó a la otra figura a moverse con él. Cassie pudo verlos mejor.
La figura pequeña era un niño y el hombre lo sujetaba con una mano, tapándole la boca y obligándolo a mantenerse frente a él. El niño temblaba y tenía los ojos llorosos. Sus pequeñas manitas trataban de soltarse del agarre del hombre, pero no tenía la fuerza suficiente y algo hacía que no las moviera con el ímpetu con el que podría.
El pequeño tendría tal vez unos nueve o diez años y se veía bastante delgado, como si no comiera lo suficiente, era bastante pálido y parecía enfermo. Lágrimas corrían por sus mejillas y limpiaban algo de la suciedad de su rostro. Todo en él indicaba que no tenía la fuerza suficiente para aguantar mucho más ahí antes de desmayarse, pero sus ojos castaños brillaban con la voluntad de vivir que sólo puede entregar el miedo.
-No voy a entregarte nada.
Dijo Cass sin ningún asomo de sentimiento en su voz y se metió las manos a los bolsillos de la chaqueta, como a quien no le importa algo.
El ladrón pareció exasperarse y movió la mano que no estaba agarrando al pequeño. Algo brilló y Cassie pudo ver lo que mantenía al niño suficientemente quieto. El hombre tenía una navaja y la apretaba levemente contra el cuello del chiquillo.
-Si no me lo das, voy a matar al niño.
Apretó la navaja un poco más y un hilillo de sangre se deslizó por el cuello del pequeño. De nuevo, un gritito ahogado se escapó tras la mano del ladrón. Sus ojos brillaban mucho más que antes y el miedo en ellos casi se hacía palpable.
Cass se encogió de hombros y miró fijamente al hombre, con expresión severa.
-Mátalo, no me importa.


El niño dejó de gemir y de pelear, sólo miraba a Cassie con resignación. Ella era su única esperanza y se había negado a ayudarlo.
El hombre apretó con más fuerza y de nuevo brotó sangre.
Cassie alzó los hombros como indicando que le daba igual y el hombre soltó un gruñido y levantó el brazo de la navaja lentamente, para tomar impulso y cortar. El niño cerró los ojos, al igual que el hombre.
Cass sonrió de medio lado, el hombre jamás había matado, dudaba.
Había sacado su pequeña pistola con silenciador en el momento en el que había alzado los hombros. Era un tiro fácil porque estaba quieto justo frente a ella. Cuando el hombre cerró los ojos, ella disparó. La bala se alojó en la parte izquierda del pecho, no sabía muy bien hasta donde había llegado, pero si no le había entrado en el corazón, había sido en un pulmón.
El ladrón escupió sangre que fue a parar al rostro del niño y luego cayó sin fuerzas junto a él. El pequeño sólo reaccionó cuando escuchó el cuerpo del hombre que lo había tenido al borde de la muerte caer a su lado, exánime.
-Vete y no te vuelvas a alejar de tus padres.
Cassie guardó el arma, no le preocupaba el cuerpo del hombre, los asuntos de los Barrios Bajos no eran de mucha importancia para el Gobierno y nadie sabría quien lo había hecho. Un asesinato más, un robo más, una pelea más.
Comenzó a caminar y pasó junto al cadaver, ni siquiera se detuvo a mirar el desastre que podía representar la sangre sobre el asfalto. Ni siquiera miró al chiquillo. Sólo se fue caminando con la vista fija en la salida del callejón, tenía que darse prisa.
Pero algo la agarró de la manga de la chaqueta y la obligó a mirar. El niño, lleno de mugre, lágrimas y sangre la miraba con esos ojos castaños enormes y le estrujaba la chaqueta con fuerza.
-Te dije que te fueras a buscar a tus padres, yo no voy a ayudarte.
El niño negó con la cabeza y le respondió con una voz débil que sonó ronca, como si no tuviera saliva suficiente para humedecerse la garganta.
-No tengo padres. Murieron.


Algo se sacudió dentro de Cassie, pero se mordió los labios y movió el brazo con fuerza para zafarse del agarre del pequeño.
-Entonces vete a donde sea que vivas.
Reanudó su camino, pero el niño corrió hasta ponerse frente a ella. Sus ojos castaños la observaban con toda tranquilidad, como si el cadaver de quien lo había intentado matar no estuviera tirado a sus pies. Inevitablemente, le recordaba a Violeta.
-No vivo en ninguna parte-, la voz ahora sonaba algo diferente, ya no era ronca, era bastante clara, la voz de un niño,- a veces me dejan quedarme en una habitación, pero no vivo en ninguna parte.
Cassie se llevó la mano a la sien y cerró los ojos con fuerza. No podía evitar ver a Violeta mirándola una vez más.
-¿Qué quieres...?
Preguntó en un susurro, más para ella misma que para el niño, aún así, éste respondió.
-Ir contigo.
Cass bajó la mano y lo miró fijamente.
-No.
La expresión del niño se desfiguró hasta el punto de la desesperación, se llevó las manos al rostro para taparlo y corrió hacia Cassie, la agarró de las piernas.
-No me dejes solo.
Cass se llevó las manos a la cabeza y apretó con fuerza luego, lentamente, las bajó y exhaló. Había matado a alguien porque no estaba segura de que ese alguien tuviera una pistola guardada en la chaqueta raída, no porque hubiese querido salvar al niño. Pero el niño estaba ahí e, inevitablemente, la tomaba como su salvadora y no iba a quitárselo de encima con facilidad y... Era Violeta, en cierto modo, él era Violeta.
Posó una mano sobre la cabeza del niño y le revolcó el pelo.
-Está bien, pero sólo esta noche.
El pequeño se retiró despacio y la observó fijamente, como si no creyera sus palabras y luego lenta, muy lentamente, sonrió.

4 comentarios:

Rejog dijo...

muerte y soledad

oh!
parece que fueran como la cara y el sello de una moneda
pero son como una carta de poker
una Q de picas

Ximena Soto Osorio dijo...

Gracias por leerme y por comentar.
Las palabras expresadas son siempre bien recibidas.
Un abrazo y espero que sigamos compartiendo =)

Sebastian Villa dijo...

Está muy bien. Tuvo varios giros que me atraparon y me dejaron clavado leyendo.

Tal vez debes evitar alargar tanto, redundar diluye esa tensión que es tan apreciada.

Te amo pequeña.

Ximena Soto Osorio dijo...

Esta vez no la estaba buscando.
Este capítulo lo hice diferente al resto, y respecto a la redundancia y las descripciones fueron así porque quería escribir así esta vez.
No me centré realmente en hacer tensión, estaba buscando algo más. Aunque sé que tu tipo de literatura no es como lo escribí, estaba buscando que quedara con un estilo diferente, buscaba hacer algo más... Hm... No sabría como explicarte. Pero el resultado es este y a mi me gusta. =D

Estoy algo cansada de escribir para los demás, por eso iba a dejar esto así, pero preferí continuarlo, escribiendo para mí. Así que esas redundancias son, para mí, importantes.
Aunque tampoco sabría si llamarlas "redundancias" porque no estoy muy segura de que lo sean. Igual, como sea que llamemos eso, me gusta tal cual está.

También te amo, hermoso.
Gracias por leerlo.

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Ximena Soto Osorio
Medellín, Antioquia, Colombia
Si todos nos empeñáramos en dejar de crecer y seguir viendo todo con los ojos de la niñez la vida se haría más hermosa y más real dentro de nuestra propia irrealidad.
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