Images Copyright & Soundtrack

Las imágenes de este blog son tomadas, en su mayoría de Deviantart. Ninguna es de mi autoría a no ser que así se especifique en la entrada.
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Al final del blog hay una lista de reproducción que podría hacerles más amena la lectura de la historia. Espero la disfruten.
jueves, 15 de abril de 2010

Capítulo 2



No había mucha gente en las calles. El toque de queda estaba a minutos de ser anunciado y Cassie no entendía por que tenían que hacer las cosas tan complicadas.
Llevaba un gabán negro que le cubría casi todo el cuerpo, unas gafas oscuras, una bufanda azul y unas botas altas. Hacía frío y no tenía deseo alguno de ser reconocida.
Diez minutos sentada en la misma banca mugrosa la estaban sacando de quicio... Pero no podía quejarse, el dueño del artículo era el dueño de las condiciones.
Cinco minutos más tarde, cuando se disponía a largarse a su casa, un hombre vestido meticulosamente se aproximó a ella y le tendió la mano. Cassie ocultó rápidamente su cara de exasperación y aceptó la mano que el hombre le ofrecía para ponerse de pie.

Caminaron en silencio un par de minutos. El hombre, que le había dicho se llamaba Esteban, volteaba a verla de vez en cuando y esto no la fastidiaba del todo. Sólo se habían visto antes un par de veces y habían hablado de negocios. Pero no era tan mal parecido. ¿Cuántos años tendría? Seis o siete más que ella, a lo sumo. Parecía estar próximo a cumplir los treinta, pero su forma de vestir demasiado sobria lo hacía parecer un poco mayor.
Los oficiales en sus uniformes negros y verdes que había en las esquinas los miraban con expresión indiferente, como si no los vieran. Pero otros, que caminaban por ahí, dejaban ver a la perfección sus ansias de encontrarlos aún caminando por las calles luego de que la bocina anunciara el toque de queda. Lo único que despertaban en Cass era desprecio.

Se detuvieron bajo una lámpara sucia y se abrazaron, fingiendo ser un par de enamorados que se susurraban dulces palabras al oído. Ambos sonreían y soltaban suspiros.
-¿Ya lo has conseguido? -. Susurró Cassie al oído del hombre con voz melosa y una sonrisa en su rostro.
-Mi pregunta es si ya tienes la paga -. Le respondió este mientras le acariciaba la cabeza con suavidad, enredando sus dedos en la peluca que escondía el cabello real de la muchacha. -Tomas demasiadas precauciones.
-Nunca serán suficientes. Desconfían hasta de su propia sombra -. Se apretó contra él, simulando tener frío para que él la abrazase por completo, así pudo meter su mano derecha al bolsillo de su gabán para sacar una pequeña bolsa. Luego fingió temblar mientras soltaba una risa tonta para meter las manos dentro del abrigo de él y comenzar a palpar para buscar un bolsillo.
-Vamos... Me haces pensar que quieres algo diferente... -Su voz era insinuante y Cassie sabía que no estaba fingiendo.
-Sabes que son sólo negocios -. Trataba de sonar seria e incluso enojada, pero la cercanía y el tiempo que llevaba sin hacer absolutamente nada con alguien más habían hecho que su sangre comenzara a hervir.
Él rió con suavidad mientras ella dejaba caer la bolsita en el bolsillo que a propósito se había tardado en encontrar.
-Como sea... Llegaste tarde, y vamos a tener que pasar la noche juntos de todas formas.
Se apretó contra él, disfrutando un momento del efecto que causaban sus palabras y el contacto entre ambos; se soltó con rapidez al ver acercarse a uno de los oficiales.
Su compañero se dio la vuelta y lo miró fijamente.
-Las demostraciones de afecto públicas no están bien recibidas.
Ni un saludo, ni un "perdonen", ni nada.
-Lo sentimos, señor, no va a suceder de nuevo.
El oficial agarró a Cassie por el codo, haciéndole algo de daño y la apartó de su compañero. Ésta no opuso resistencia, sabiendo que podía derivar de ello.
-Eso espero. Pero como un recordatorio, muñeca -: golpeó a Cassie en el rostro con el reverso de su mano y luego rió. -Váyanse a no ser que quieran estar fuera cuando dé comienzo.
Mientras bajaba sus ojos al piso y se llenaba de odio pudo ver como la boca de Esteban se curvaba en una pequeña sonrisa. Disfrutaba de ello. El vulgo disfrutaba de los golpes siempre que no estuvieran sufriéndolos ellos... Nadie hace nada por nadie.


...La cabeza del oficial rodó por el suelo y la sangre salpicó a todos los que estaban cerca. Pudieron ver como rodaba para ir a parar en la parte baja de las escaleras del edificio del Gobernante.
No lo veía, pero yo sabía que él estaba allí... Lo sabía. Y sabía que estaba comiéndose las uñas como un tonto lleno de miedo... ¿Acaso sería él el próximo?
Idiota. ¡Paranoico absurdo!
La mirada vacía del oficial que hay en el suelo te explica muy bien que pienso de ti y de tu estúpida forma de llevar la vida de todos... ¡¿No es cierto?!...

Pero las cosas no sucedieron así por mucho que Cassie viera las imágenes con total claridad en su cabeza. No... Porque no podría hacer algo así sin que los demás oficiales la mataran al instante. Tal vez ni podría llegar a su cuello con la navaja que tenía oculta en los bolsillos de su gabán, no podría nunca sentir la calidez de la sangre del idiota que le había dejado un par de moretones en el rostro y le había reventado la mejilla internamente. No. Tendría que conformarse con el sabor de su propia sangre invadiendo su boca.
Volvió al mundo y se percató que estaba sólo a una cuadra de distancia del oficial que le había dado una bofetada. Caminaba a paso rápido y Esteban la llevaba prácticamente a rastras.
-Cosas que hay que soportar. Siempre tendremos con lo que evadirlo más tarde, ¿no?
Cassie alzó el rostro y le dirigió una sonrisa completamente falsa. Sabía a que se refería con la evasión. A lo que ella le había dado de pago por las piezas de cambio de su microscopio. Drogas, pastillas tontas que embotaban los sentidos. Ella no las usaba, pero sabía como hacerlas... Había descubierto que eran una forma de pago fabulosa.

Giraron a la derecha un par de veces. Caminaban por una calle estrecha, no muy agradable a la vista. Había algunos animales merodeando y los gatos maullaban lastimeramente, rogando por algo de comer.
Un sonido metálico hizo que ambos se quedaran estáticos. Reconocían el "clic" del seguro de un arma al retirarse.
-Lo que tengan. Entréguenlo.
Un hombre les apuntaba con un arma desde atrás.
Esteban comenzó a girarse lentamente.
-Quieto. Déjelo todo en el piso y lárguese.
La voz del hombre no sonaba muy segura. Idiota. ¿Por qué había tantos imbéciles por ahí?
-Tranquilo... Ya lo dejo... Ya lo dejo...
Esteban se agachó poco a poco y Cassie lo miró antes de imitarlo.
-A la de tres.
-Cállense.
Cassie estaba a punto de estallar a carcajadas. Era realmente idiota, realmente idiota.
-Tres.
Cassie se dio la vuelta lo más rápido que pudo mientras sacaba su pistola. La amaba más que a muchas cosas que había tenido, incluso que a personas que había conocido.
Pero Esteban era más rápido que ella, y cuando Cassie iba a disparar, el hombre ya caía al suelo. El disparo de la pistola de Esteban había sido un ruido amortiguado, ahogado.
-¿Silenciador?
-Obligatorio.
Cassie asintió mientras sonreía, esta vez con sinceridad. Por lo menos alguien estaba consciente de la realidad.
Su compañero se dirigió hacia el cuerpo y luego de darle una que otra vuelta se decidió por no tocarlo y sólo dejarlo allí tirado, como la basura que era.
-Es una zona que no le interesa demasiado al gobierno... Los que viven aquí son poco más que escoria para ellos... Es un escondite excelente de la ley, pero algo peligroso como ves.
Cassie asintió mientras se ponía en pie y escuchaba la bocina que avisaba el comienzo del toque de queda.
-Mierda...
Que sea insignificante no quiere decir que no les agrade venir a abusar de los que están en las calles.
Corrió hacia ella y la tomó de la muñeca mientras buscaba algo en de su pantalón.
Las llaves hicieron un ruido tintineante al salir del bolsillo. Se detuvieron en una casa con las cortinas corridas y Esteban abrió lo más rápido que le permitía su nerviosismo. Cassie vigilaba a ambos lados de la calle. Un perro ladró y un gato salió corriendo frente a ellos.


Él cerró la puerta tras ella y se dejó caer en una silla sucia.
Cassie miró con desconfianza el lugar. No tenía otro done pasar la noche. Pero eso parecía todo menos una casa.
Las paredes sucias y amarillentas, un televisor viejo, un sofá roto, una mesita de café manchada con un papel como soporte de una pata. Un pasillo con una puerta al final, cerrada. Un baño sin puerta, una cocina mugrosa y una nevera con dos cervezas, nada más.
Esteban se quitó el abrigo y lo puso sobre un perchero que había en el pasillo. Tenía una camisa negra, sencilla, con un bolsillo en el lado izquierdo del pecho.
-Vamos... Siéntete como en tu casa.
Definitivamente no se sentía como en su casa. Se resignó y se quitó el gabán, lo colgó sobre el abrigo de él.
Dió unos cuantos pasos en silencio, observando la enorme nada del apartamento. El timbre de un teléfono celular la sacó de su ensimismamiento.
-Disculpa. No tardo.
Él contestó y se dirigió hasta la puerta del fondo, se metió en la habitación.
Regla N°1 de la supervivencia: no confíes en nadie.

Se quitó sus botas en silencio y se deslizó lo más sigilosamente que pudo por el corredor sin luz hasta la puerta del fondo, por donde había desaparecido su compañero. No estaba cerrada por completo, una franja de luz amarilla salía de ahí, como tratando de escapar.
Se quedó muy quieta, recostada contra la pared izquierda, escuchando.
-Sí, te aseguro que lo es.
La voz se oía amortiguada, pero si ella sabía hacer algo bien, era escuchar sin que la notaran.
-La tengo conmigo. Sí. No, no sabe.
Hubo un silencio en el que Cassie contuvo la respiración; la conversación continuó.
-No... No me habías prometido tan poco.
La voz de esteban sonaba exasperada.
-Pidió equipos de reemplazo para un microscopio. ¡Claro que está haciendo ese tipo de investigaciones!
Se mordió los labios. Estaba en un problema de unas proporciones encantadoras.
-Muy bien... Esa sí es la suma acordada. ¡¿Cómo que no la tienes aún?! Está bien... Pero sólo hasta las tres de la mañana, sería demasiado arriesgado más tarde.
Algunas risas que Cassie consideró de las más desagradables que alguna vez había escuchado se escaparon de la habitación, pisoteando la luz al salir.
-Sí... De todas formas no está del todo mal.
De nuevo las risas.
-Entonces la mantendré "ocupada" hasta que ustedes lleguen.
Esa era la señal para regresar a donde aquel traidor la había dejado antes de cometer tan imprudente acto.

Se sentó en el sofá y se agachó para que él pensara que acababa de sacarse las botas.
No había estado equivocada. Segundos después, Esteban estaba de pie frente a ella.
-Veo que te acomodaste.
Ella le sonrió y lo invitó a sentarse a su lado.
-Me parecía que quedarme con estas botas toda la noche no iba a ser muy cómodo.
Él no se sentó, si no que fue hacia la nevera y sacó de allí las dos cervezas, le ofreció una. Cass declinó el ofrecimiento, pero se puso de pie y fue hacia él con una sonrisa insinuante en los labios.
-Podríamos animarnos un poco más con esto...
Abrió la palma de su mano y reveló dos pequeñas píldoras azules.
Consejo: no subestimes a tu presa.
Los ojos del hombre se abrieron más de lo usual, dejando ver un deseo profundo por lo que ella le ofrecía.
Cass cerró la mano y lo miró fijamente, aún conservaba la sonrisa bailándole en los labios.
-¿Dónde están los equipos?
Él abrió de nuevo la nevera, jalando la puerta con impaciencia, y dejó las cervezas dentro de nuevo a la vez que sacaba una bolsa de plástico negra. Ella examinó su contenido y sonrió complacida. Estaba lo que había pedido.
Le entregó una de las píldoras. Él la tomó de inmediato y la pasó con agua.
Cassie sonrió con cinismo y lo miró fijamente.
-Esta tarda un poco... Pero vale la pena.
Su voz era como un ronroneo, lo invitaba a darse libertades.
-Sé que no eres mala haciendo estas.
Esteban posó su mano sobre el hombro de Cassie y con la otra le acarició el cabello de nuevo.
-¿No vas a tomar la tuya?
Ella negó con la cabeza.
-Quiero estar consciente de lo que vamos a hacer.
Lo agarró de la camisa y lo jaló hacia ella para besarlo. Estaba a punto de explotar de la risa, pero tenía que contenerse.
Él respondió al beso de una forma casi frenética. La agarró con fuerza por la cintura y la apretó contra una de las paredes.
Los latidos del corazón de Cassie se aceleraron casi al instante. Llevaba meses sin estar con alguien, sentía una necesidad casi irreprimible de quitarle la camisa a mordiscos. Se contentó con clavarle las uñas bajo ella.
Él exhaló un suspiro y la agarró por la muñeca. La jaló hasta la habitación del fondo del pasillo. Ella no opuso resistencia.


Una cama con sábanas blancas, un a cobija azul doblada sobre una silla junto a la pared derecha, una ventana con las cortinas cerradas y nada más.
Él la besó de nuevo mientras la acariciaba bajo la camisa.
Cassie sintió el roce de los dedos y se estremeció, pero decidió que tenía que apurarse, antes de que la pastilla hiciera efecto. Comenzó a desabotonarle la camisa. Pero él parecía estar más impaciente que ella; jaló la camisa y reventó los tres últimos botones. Inmediatamente después, le quitó a Cassie la suya de un tirón.
Ella lo empujó hasta la cama y lo lanzó con algo de fuerza. Luego, subió y se acomodó sobre él, con las rodillas separadas, apoyadas una a cada lado, sobre la cama.
Le recorrió el pecho y el abdomen con las manos, no estaba nada mal, para nada mal. Él la miró de arriba a abajo, tampoco estaba mal, su cuerpo era esbelto y sus senos eran firmes, y para nada pequeños.
Cassie le clavó los dientes en el cuello y bajó, besándolo, hasta el borde del pantalón. Él la agarró por los hombros y le dio la vuelta para quedar sobre ella. Se desabrochó el pantalón y se lo quitó con rapidez. Hizo lo mismo con el de la chica mientras le recorría las piernas con besos afanosos.
Cassandra se estremeció y soltó un suspiro. Sentía el calor que se escapaba de su cuerpo, se nublaba su vista, pero su sentido del oído se hacía más agudo; podía escuchar el corazón de Esteban latir con fuerza, enviando sangre a todos los rincones de su cuerpo, subiendo la temperatura.
Él le quitó el sostén con los dientes. Las manos de Cassie le recorrían la espalda, deseando desgarrarle la carne. Era un momento extraño, la pasión y el odio que sentía se juntaban y hacían que sus uñas dejaran marcas rojas en la espalda del hombre que ahora dejaba descansar su peso sobre ella, aprisionándola contra la cama, dificultándole la respiración. Y eso sólo hacía de ella alguien más violento, menos racional.
El hombre soltó un quejido y la miró fijamente a los ojos.
-No tan fuerte, muñeca.
Muñeca, muñeca, bofetada, risa, hipocresía, muñeca...

A la vez que Cassie dejaba caer las manos, laxas, a los lados de su cuerpo, Esteban se dejó caer junto a ella.
La ira en que se habían transformado su pasión y su odio al escuchar como él la llamaba muñeca invadió todo su cuerpo y le hizo cosquillas.
Mientras Esteban se ponía pálido y se arañaba la sien, presa de un fuerte dolor de cabeza, Cassie estallaba en carcajadas.
Se reía, histérica, acostada junto a él, con el sostén a medio quitar. Se reía mientras él se retorcía y no alcanzaba a mirarla con asombro o con odio.
Y ella aún se reía cuando se levantó de la cama y se abrochó el sostén. Aún se reía cuando le tomó el pulso a Esteban, comprobando que estaba muerto.


Sonreía y tarareaba una canción mientras se arreglaba frente al espejo del baño.
Aún sin la camisa, pero con el jean ya en su lugar, se arreglaba el lacio, corto y negro cabello de su peluca mientras miraba sus brillantes ojos azules en el espejo. Bonitos lentes de contacto.
Salió del baño descalza y caminó hacia el perchero cerca de la puerta mientras se abotonaba la camisa. Dejó caer su gabán al suelo para buscar la bolsita que le había dado de paga al idiota que había cometido el error de tratar de engañarla.
Luego de ponerse las botas y el gabán, se dirigió de nuevo a la habitación mientras guardaba la bolsita en uno de sus bolsillos.
Él seguía tendido sobre la cama... Claro... ¿A dónde iba a ir un muerto?
Lo examinó superficialmente, la pastilla que le había dado tenía una toxina que le había aumentado el ritmo cardíaco y había debilitado las paredes de sus vasos sanguíneos. La presión en su cabeza se había hecho insufrible, probablemente se le habían reventado un par de capilares. El corazón no había soportado el ritmo y, finalmente, había terminado por detenerse, ya sin fuerzas.
Aún sabiendo esto, habiéndolas fabricado ella misma, Cassandra no esperaba que la pastilla actuara tan rápido. El recubrimiento debía tardar un poco más en deshacerse. Pero debía haberlo supuesto, ya que ella misma había contribuido a acelerar el efecto.
-Debería haberte sacado los ojos o algo así.
Lo miró de soslayo. Definitivamente esas cosas no le resultaban bien, nuevamente pasaría meses sin acercarse a alguien de esa manera.
Recogió la ropa del piso y la dobló, dejándola sobre el cuerpo que se enfriaba.
Se dio la vuelta y tomó la bolsa con las piezas para el microscopio. Miró su reloj. Dos y cuarto. Apagó todas las luces y salió por la puerta del frente. No había otra manera.

7 comentarios:

Sebastian Villa dijo...

Cuanta sensualidad puede haber en un ser invisible, imposible, inexpugnable...

Justo cuando crees abrirle brecha en sus defensas, te das cuenta que fué una carnada.

Ya es su decisión si, como buen felino, juega contigo y te abandona en aburrimiento, o te mata sin más ni más.

Ximena Soto Osorio dijo...

¿Ella?
Ella no va a irse así de fácil... Por mucho que lo desees.

Gracias por leerme, de verdad.

Lucas Vargas Sierra dijo...

Cass me recuerda mucho a Lisbeth Salander... pero más violenta. Aunque menos violenta. Pues, más efusiva. Sí, esa era la palabra.

Sigo debiendo un comentario.

Me gusta esta especie de ciberpunk.

Eso es todo por ahora.

Ximena Soto Osorio dijo...

No he leído Millenium, así que igual busqué un poco sobre Lisbeth cuando la mencionaste...
Sí... Supongo que tienen su parecido, pero mejor dejo que siga la historia y ver que sucede.

Gracias por la lectura.
Un abrazo y que tengas un buen día.

Anónimo dijo...

ME GUSTA!!!! MUCHO MUCHO, esta muy bueno, un abrazo

Ximena Soto Osorio dijo...

Mil gracias! =D
No tarde en publicar el tres... Realmente ya terminé de escribirlo... Es sólo que no he tenido tiempo para subirlo. u_u

Anónimo dijo...

Lo estare esperando

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Ximena Soto Osorio
Medellín, Antioquia, Colombia
Si todos nos empeñáramos en dejar de crecer y seguir viendo todo con los ojos de la niñez la vida se haría más hermosa y más real dentro de nuestra propia irrealidad.
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